Devil Inside Us: Roots of Evil | Reseña

Recientemente ya no he tenido oportunidad de aventarme juegos de terror y no sé bien porqué, pero después volteo a ver en mis recuerdos algunas experiencias muy malas donde la fórmula se repite al caminar en primera persona, estar en una casa semi oscura y de noche, con elementos mínimos para combatir a cualquiera de los enemigos que se les ocurra poner y lo que no debe faltar son los sustos con gritos, cambios de color en la pantalla, sangre por aquí o sorpresas que de repente aparecen con los mentados ya gritos y párenle de contar.

Devil Inside Us: Roots of Evil es en efecto, un juego que sigue esa fórmula que fue ganadora hace tiempo tanto en cine, televisión y videojuegos, pero que hoy no deja de ser repetitiva y sin mucho aporte más que esperar nomás te griten de repente para asustarte. Bueno pues aquí serán un sacerdote que en el año 1984 asiste a una casa que al parecer está embrujada, poseída o como le gusten llamarle, y equipado con un crucifijo y harta fe, es como tratará de vencer las fuerzas del mal que al parecer acechan el recinto. La exploración es básica en este juego pues deberán hallar una llave, pero para eso tendrán que ir buscando en todos los cuartos posibles hasta hallar aquellos que contengan alguna especie de entidad que tratará de alejarlos, y con el crucifijo exorcizar la habitación y cuando hallan terminado con todos, recibirán esa llave para abrir un cobertizo donde habrá un destornillador con el que accederán al cuarto más maldito de todos y así transportarse a otra dimensión donde sí habrá un jalón de greñas tremendo, para por fin concluir que el juego no toma en serio nada y termina más bien siendo un título de relajo y chunga.

Resulta que la fe es un consumible que se va gastando cada que apuntas el crucifijo y la cargas conforme “consumes” rosarios que se encuentran regados por todos los escenarios, son pocos pero ahí están. El sacerdote se cansa de caminar rápidamente y se regenera con el tiempo o con pastillas de cafeína, la salud obviamente con kits. Si eso no les parece absurdo, esperen a lo que sigue. En cierta parte del juego, en una de esas donde entramos en una dimensión desconocida y diabólica que emana maldad y nos hace sentir miedo -en realidad no-, el crucifijo se convierte en una arma inútil en comparación con la escopeta que dispara balas de fe y que igualmente se regenera con los rosarios, siendo la herramienta perfecta para atacar a los maleantes que más bien parecen zombies mal animados y a los perros del infierno que tienen mecánicas precarias. Sí, una escopeta que dispara balas de fe.

Repito. Una escopeta que dispara balas de fe.

Regresen a la oración previa y léanla las veces que sea necesario.

Gráficamente el juego es semi-decente, no puedo decir que sea malo, pero tampoco bueno a secas, solo medianamente decente. La iluminación es o encendida o apagada, no hay como medios tintes donde se note penumbra, nomás “o no veo nada carnal”, o “foco de 500 watts”. Las texturas son genéricas que carecen de realismo y mismas que la luz no afecta más que en las sombras, pero nada que resalte. Los modelos son malos, tanto como el del sacerdote como los enemigos que carecen de polígonos así que se verán torpes, feos y con animaciones tristes. El HUD es un poco más malo que lo anterior y los menús no tienen un diseño llamativo, nomás es meter los textos y que sirvan como botones y ya. En realidad, lo audiovisual no gusta ni sorprende ni nada.

VEREDICTO

Devil Inside Us: Roots of Evil (Steam, PS4, Xbox One, Switch), propone un terror a base de gritos y sorpresas, no sienta las bases en el misterio ni el audio tétrico ni la iluminación sobria o tenue, nomás es caminar y gritos y sombrerazos de repente lo que no atrapa, nomás nos hace pensar que en cualquier momento saldrá el espíritu maligno pero después de un rato se descifra la mecánica y ya sabremos que se viene el susto, y con esto, se viene una mala calificación de un juego pobre del cual no se espera una segunda parte y tampoco se busca acabarlo ni sacarle el platino, solo se busca borrarlo.

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