The imaginarium of Dr. Parnassus
imaginarium parnassus

Una visión de realidad y fantasía, un relato de ilusiones y verdades, una tragedia que involucra jugar con el diablo.

Por alguna razón todas las películas de Terry GIlliam son extrañas, no en el sentido mediocre de querer impactar con algo novedoso o visualmente turbio. Más bien porque es casi necesario verlas en dos o tres ocasiones para absorber y disfrutar plenamente de ellas por la complejidad en que se desarrollan. Y no lo menciono como algo negativo, pero si tiende a reducir el público dispuesto a no recibir algo instantáneo.

En esta ocasión nos presenta una historia repleta de personajes con aspiraciones y fantasías, con sueños que se ven cumplidos por algunos momentos para satisfacer el egoísmo que cargan dentro. La moralidad como tema central que prácticamente une todos los cabos de esta película. Que finalmente concluye en la ruptura de casi cualquier idea preconcebida que viniera a nuestras mentes durante el desarrollo.

El planteamiento y construcción de los personajes es muy notable, las dinámicas que se presentan son verosímiles y en ningún momento se cae en clichés gastados, aún cuando todo gira en torno a apostar contra el Diablo (literalmente) En general puede que las actuaciones no sean de lo más increíble, pero es interesante la interacción que existe en pantalla entre los personajes y el reparto, que en todo momento se mantienen fieles a lo que representan.

Solo hay dos cosas que pueden botarte de esta cinta y la primera obviamente es la actuación póstuma de Heath Ledger (ni siquiera voy a comentar sobre eso) simplemente el intercambio de identidades se maneja perfectamente y encaja con cada momento al punto que me hace dudar hasta cierto punto si no estaba planeado de esta forma desde un inicio.

La segunda son los efectos visuales, que no llegan a ser tan buenos como se esperaría y suelen verse chuscos. Algo que no entiendo porque no tienen una relevancia importante, pues podría contarse exactamente lo mismo dentro de un set teatral entre utilería de cartón pintada y no pasaría nada. Una decisión misteriosa que solo conocen los realizadores.

Aún así, son insignificantes tropiezos de una película que posiblemente con el tiempo llegue a ser reconocida más ampliamente por el público en general, o al menos eso espero, porque no tengo duda de que en mi posición como espectador que ha disfrutado el trabajo de Terry Gilliam desde Time Bandits (cuando era niño), esta es una excelente obra que de nueva cuenta demuestra lo que puede ofrecer un verdadero visionario del séptimo arte.

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