Resistencia. Una palabra que adopta otras acepciones cuando de jugar un título en la saga de Souls se trata. Podría decir que sus sinónimos serían “paciencia”, “aguante”, “sagacidad”, “respeto”, “locura” y muchas más. Estoy poniendo en juego todo eso ahora que intento sobrevivir en Bloodborne, la cuarta entrega de esta serie –si así se le puede llamar-, juego exclusivo de PlayStation 4 y hecho para jugadores no casuales.
BLOODBORNE
Sadomasoquismo mental es como mejor se define a la experiencia de sentarse frente a la pantalla y jugar Bloodborne durante más de tres o cuatro horas. Así me sentía desde el momento en que desembolsé para comprar este juego, lo llevé cuidadosamente en el auto hasta que lo coloqué dentro de la consola. Respiración profunda y a iniciar. Es imposible no relacionarlo con cualquier juego de Souls –Demons Souls y Dark Souls I y II- así que no es complicado imaginar cómo inicia todo.
Es importante mencionar los aspectos técnicos del juego que se relacionan directamente con el manejo de los controles, la movilidad del personaje, la iluminación y los enemigos. Para empezar contamos con un ambiente muy gótico, oscuro, en ruinas y en el cual se siente la tensión una vez que empezamos a realmente explorar, olvidando un poco la preocupación por encontrarnos peleando. Toquen puertas, acérquense a las casas y presten atención a los sonidos que emanan de ahí, verán que todo ayuda para hacernos sentir no bienvenidos, pero a la vez requeridos en una ciudad en completa decadencia. Los escenarios reflejan un absoluto abandono de la raza humana –aunque no sea así-, se percibe la desolación y la existencia de un peligro acechante en todo momento. La penumbra junto con los efectos del cielo hacen ver que no hay razón para sentir que vamos a avanzar y que no hay un rincón en donde podamos sentirnos tranquilos. Eso me gustó y me hace volver a jugar Bloodborne.
La calma se siente, pero engañosamente al oír la escasa perturbación auditiva, hecho que se desmiente una vez que los pasos, los metales, el fuego y los huesos crujen cuando un enemigo se levanta de su letargo para darnos las buenas noches. Como experimentados jugadores, los dedos deben ser muy precisos y no titubeantes pues el correcto diseño de los personajes hace difícil encontrar rendijas para golpear sin consecuencias. Sin embargo y a pesar de contar con una dificultad muy notoria y elevada, no pasará mucho tiempo antes de entender los patrones y decisiones que los enemigos toman, pues con un buen rato de juego encontrarán los desenlaces en cada movimiento previo a los golpes. No hay mucho espacio para predecir, pero sí es fácil identificar lo que viene una vez que se inicia el golpe.
En referencia a la inteligencia artificial, noté menos eventos que arrancan a otros, como es sumamente notorio en Dark Souls II, pues varias veces probé que no se requiere pasar por un lugar para iniciar alguna acción, lo que importa es ser visto como una amenaza o como alguien externo a ellos, detalle importante que se agradece pues permite jugar un poco con la sucesión de hechos y elimina la posibilidad para mecanizar los ataques y su orden. ¿Qué entonces queda para nosotros? La reducida dificultad en comparación con sus antecesores, pero no por esto es un juego fácil, al contrario, está hecho para servir de iniciación a aquellos ajenos a la serie y buscan empezar con retos de alto grado, pues la “injusticia” en las peleas, esa es marca registrada de Demons Souls y Dark Souls. Bloodborne sí siente respeto por nosotros y nos da un poco de crédito.
No, no se nota a leguas que es un juego de la serie, eso se deduce una vez que dos o tres golpes nos reducen mitad de la vitalidad, cuando no existe pelear de a uno por uno, al momento de morir y ver la famosa leyenda “Has muerto”, y cuando regresamos hasta el principio, toda vez que nuestro avance previo se tiró a la basura y sólo sirvió como experiencia y aprendizaje. Lo dije una vez en mi reseña de Dark Souls II (para Playstation 3), “morir es aprendizaje”, aquí pasa igual, no ha cambiado y es la primera lección que todo jugador ajeno a este sistema debe meterse a la cabeza. Esta y esquivar en todo momento pues ni siquiera las armas serán nuestras amigas, no tanto como el botón de círculo, útil para evitar cualquier contacto e ir midiendo a los enemigos, pues Bloodborne se trata de medir, más que de pelear, pues se miden tiempos y espacios en milésimas de segundo que nos ayudan a decidir si continuar o huir.
Bloodborne no te convierte en cobarde si corres de los enemigos, te armas de valor y sangre, para después regresar envalentonado. Tampoco eres un cobarde si pegas y te vas. Mucho menos si le das la vuelta a un monstruo suficientemente grande, pero no tanto para ser un jefe. Los cobardes son los que guardan el disco y no lo vuelven a poner en la consola, ya sea por el miedo a no salir victoriosos, o por la flojera de repetir toda la travesía. No lo duden ni un segundo, Bloodborne no está diseñado para expertos, novatos, medios, youtubers, bloggers, casuales, etcétera. Bloodborne está diseñado para maestros en el control de su paciencia pues como ya deben de saber, morirán infinidad de veces y el avance no se guarda sino hasta encontrar las lámparas con dicha utilidad.
Quienes vayan con la intención de disfrutar Bloodborne, ni lo intenten. No es un juego para gozar. Es un juego para poner a prueba nuestra capacidad de mantener la calma y tomar las decisiones en momentos presurosos. Es un juego para no soltar el control en muchas horas, para no combinarlo con otros o aplicarse a varios al mismo tiempo. Bloodborne es muy celoso en la dedicación que le otorguemos, exige tiempo, sudor, lágrimas y gritos, no es para ratos ni ocasiones propicias. O se propician las jornadas largas, o mejor ni intentarlo.
Mi experiencia en Bloodborne se encuentra pausada en este momento, mis propias obligaciones no me permiten continuar ahora, sin embargo tengo una cuenta pendiente ahí que no se me olvida, misma que me persigue aunque yo no corra muy rápido. No quiero correr rápido. Me volveré a encontrar con Bloodborne en algún día poco lejano para saldar esas cuentas y demostrarle que no soy un cobarde, que sí puedo contra él y todos sus monstruos acompañados de las fechorías y trastadas que puedan hacerme. ¿Trastadas? Sí, porque así son los Souls, no juegan limpio, no son justos, nos odian, nos quieren ver caer y no levantar, son unos desalmados que no les importa un comino nuestros sentimientos, son como dioses que se burlan de nosotros a pesar del esfuerzo que demos, pues cuando se aburren o se cansan de nosotros, nos tiran al suelo como si fuéramos un trapo sucio y viejo.
Pero Bloodborne es sólo el juego menos duro de los cuatro. El mejor hecho gráficamente y que sirve muy bien para los que recién compraron la PlayStation 4 como su primer sistema. Es la bienvenida a la dificultad hecha videojuego. Bloodborne es apenas el comienzo de aquellos en busca de un suplicio, pero tarde o temprano terminarán alabando al sol.
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