La fortuna y avaricia hacen descubrir a Aladdin que hay otras cosas que verdaderamente valen la pena en esta vida.
Radical termina esta serie de tres partes (bastante extensas) donde las aventuras, doncellas y criaturas fantásticas están aseguradas. Como es costumbre, somos testigos de buenas ilustraciones con un estilo oleo y acuarelas que brindan a la mayoría de las imágenes acabados que logran resaltar cada detalle mientras somos absorbidos por una buena historia.
Aladdin en esta versión si duda (y como hable en la primera entrega) es un personaje en su principio más oscuro que no ha tenido una vida fácil y en la que ha tenido que luchar por incluso un pedazo de pan llevándole así en muchas ocasiones al crimen y los engaños. Sin embargo su suerte está por cambiar cuando el hechicero Qassim le encuentra para un misterioso trabajo. Robar de una cueva una misteriosa lámpara.
A los pocos momentos uno ya se da cuenta (gracias a la introducción de personajes) que aquí no acaba todo, que Aladdin escapará con la lámpara y buscará lo que no ha tenido, ¿pero qué es eso? La primera idea que le viene a la mente es fortuna y dinero, sin embargo rápidamente descubre que quizá demasiada avaricia y más tarde arrogancia y decadencia, le llevarán a encontrar más peligros. Peligros por los que no valdría la pena luchar de no ser por la hermosa princesa Soraya.
Y de un primer número que empieza con un simple deseo, pasamos a dos más donde las aventuras no dan pie al descanso. La historia escrita por Ian Edginton (Days Missing) está muy bien lograda, no solo incluye personajes como Zombad el marino, si no monstruos y criaturas fantásticas que adornan cada escenario en batallas y momentos de diálogo donde los caminos de Aladdin y su enemigo Qassim pronto se verán más estrechos hasta un confrontamiento final (obviamente en el tercer número).
Del arte en general no se puede decir mucho, más que simplemente tiene momentos grandiosos, momentos que (como ya he dicho muchas ocasiones en estos títulos de Radical) asombran al lector haciéndole desear que hubieran posters u algún material accesible para tener dichas obras adornando nuestra pared. Patrick Reilly (que trabajo en portadas de City of Dust y Freedom Formula) y Stjepan Sejic (Hotwire: Requiem for the dead) plasman en cada página tonos y detalles como si de oleos o acuarelas se tratase. Realmente vale la pena detenerse un poco en la lectura y admirar sus ilustraciones.
Al final Aladdin; Legacy of the Lost es un buen comic, está lleno de aventuras, su desarrollo es entretenido y lo mejor, tiene historia, no solo monstruos y villanos peleando a cada rato. Si tuviera que decir algún defecto (en lo personal) es que hay bastantes partes donde se abrevia el tiempo, de forma que el pasar de un escenario a otro se resume a: “momentos después” (y en muchas ocasiones) dejando quizá una sensación de querer haber leído más al final de las tres partes. Aunque decir “que se quería ver más de un viaje” es algo bueno.
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