Winter Burrow | Reseña

Winter Burrow es una de esas aventuras inmersivas que les dejará contemplando su bello estilo de arte, y mientras juegan con sus amigables mecánicas. El título empieza con una premisa sencilla, encarnan a una ratoncita que vuelve a su antigua madriguera después de vivir en la gran ciudad… solo para descubrir que su hogar está hecho un desastre y que su querida tía ha desaparecido. Y claro, entre nieve, ramas y pastelitos, es que empieza una aventura de supervivencia suave, tierna y bastante emotiva.

Lo primero que conquista de Winter Burrow es la atmósfera. Todo parece pintado a mano, con colores cálidos que resaltan incluso entre los copos de nieve y el frío. Hay pequeños detallitos que hacen que el mundo se sienta vivo, con huellas que se marcan en la nieve, la escarcha que aparece cuando baja la temperatura, animales que parecen salidos de un libro infantil y una banda sonora suave que acompaña en silencio, como si el bosque respirara con ustedes. En pocas palabras, la presentación es sumamente encantadora.

A diferencia de muchos juegos del género, Winter Burrow apuesta por un ritmo relajado. Hay que comer, guardar calor y gestionar energía, claro, pero nada nos persigue ni castiga. Es un juego donde simplemente salen al bosque a recolectar, vuelven a casa, tejen un suéter, decoran la madriguera, hornean algo rico y siguen la rutina sin prisa. Y entre idas y venidas van conociendo a otros habitantes del bosque, como ardillas, erizos, o sapos que, sin grandes discursos, añaden un toque emocional a la narrativa. Cada encuentro tiene algo de ternura, como si recordara que, en los fríos inviernos, la compañía es necesaria.

Aunque es realmente encantador, Winter Burrow tiene algunos detalles; por ejemplo la falta de un mapa puede desorientar bastante, sobre todo cuando las zonas se amplían y el frío no perdona. Hay momentos donde se pierde la referencia y acabamos dando vueltas esperando encontrar un pequeño fuego salvador. Tampoco ayuda que algunas acciones no tengan animación o que la casa, por más acogedora que sea, ofrezca pocas interacciones más allá de craftear. Por otro lado, es cierto que el juego mezcla muchos géneros (aventura, supervivencia) sin profundizar demasiado en ninguno; para algunas personas esto puede sentirse como una experiencia variada y poco exigente, pero para otras como algo un poco disperso.

Pese a todo Winter Burrow brilla por su encanto, no es un juego enorme ni pretende serlo, dura unas pocas horas, pero las aprovecha bien. Es perfecto si buscan algo cálido, ligero y emocional, sin grandes giros ni desafíos abrumadores. Ciertamente la aventura tiene momentos dulces, un misterio que nos mantiene en marcha, y una sensación general de calma, que hace que volver a la pequeña madriguera llena de luz sea una recompensa en sí misma. Digamos que es un juego tranquilo, bello para admirar y que disfrutarán por un rato, pero del que no pueden pedir nada más elaborado y demandante.

Winter Burrow es como envolverse en una manta calentita mientras afuera cae la nieve; es suave, acogedor y con un toque nostálgico. Aunque tiene carencias claras, compensa con un estilo artístico bastante llamativo, música envolvente y una ambientación que invita a respirar hondo y tomarlo con calma.

Si les gustan las aventuras tiernas, los juegos de supervivencia amables y las historias que se sienten pequeñas pero llenas de cariño, aquí encontrarán un rincón perfecto para refugiarse un rato. Winter Burrow ya está disponible por medio de Xbox Game Pass, además de PC (Steam), Xbox Series X|S, Xbox One y Switch.

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