Whateverland | Reseña

Whateverland es un Point&Click que me recordó muchísimo el juego de Grim Fandango, así que nomás de inicio si les gustó esa obra maestra del género, entonces ya ni le sigan leyendo, ni le busquen, se lo compran pero de ya.

Ahora que si ustedes son de los que no les encantan estos juegos, déjenme decirles porqué en mi nada humilde opinión, este juego podría hacer de lado algunos pequeños errores técnicos y un poco de diseño medio raro, para erigirse como uno de los mejorcitos del género no solo del año, sino de todos los que existen. Oh sí. Oh. Sí.

Vincent es el protagonista quien se dedica a romper el séptimo u octavo mandamiento dependiendo de qué biblia lean, o sea es ladrón pues. Y en un intento de robarle a una pobre señora, que me lo cachan y lo mandan a Whateverland porque resulta que era bruja esta señora, y en Whateverland uno se queda y escapar es realmente un problema mayúsculo, entonces nos corresponde intentar escapar pidiendo favores, o robando o a ver cómo, el chiste es que hay que intentarlo. El juego está creado de tal manera que debemos ir visitando lugares regados por la ciudad en los cuales hay un personaje principal que nos pedirá un favor a cambio de uno de los pedazos del hechizo para escapar, entonces realizar este favor requiere no solo de recolectar algo y entregarlo, sino que pedirán arreglar transmisiones de radio, tuberías de aire acondicionado, conseguir cintas de audio, hacer ramen… Y en todos estos escenarios habrá objetos que nos ayudarán a conseguir el cometido pero depende de nosotros si lo hacemos por la buena o por la mala, ya que el juego cuenta con dos tipos de finales que se logran siempre y cuando lleguemos con el jefe final. Enfrentarlo no será cuestión de golpes sino de ganarle en uno de los mini juegos más satisfactorios pero a la vez más frustrantes de los que me han tocado en otro títulos, pero eso se los cuento en otro párrafo. Al lograr vencer a seis de los siete personajes dispuestos, será posible encarar al final y así continuar con el fin de la historia.

El mini juego consiste en un tablero dividido en hexágonos, dos especies de porterías que en realidad son tres cucharas, dos equipos consistentes en tres piezas y un portero -todos están vivos por alguna extraña razón- y un cascabel que hace las veces de pelota. Tendremos la posibilidad de mover a nuestras piezas en cierto margen ya que los tres jugadores de campo tienen habilidades diferentes, entonces hay que tomar el cascabel del contrario y llevarlo ya sea a pie o lanzándolo igual en cierto margen, hasta llegar a la portería rival y seleccionar una de las tres cucharas, si aciertas entonces ya ganaste la partida, todo es a “gol-gana”. Lo interesante de esto es que no hay manera de retener el cascabel, una vez que se posan en nuestro lugar en el tablero nos despojarán del mismo sin deberla ni temerla. La distancia de los lanzamientos dependen de la ficha que lo haga y su fuerza, los movimientos igual, las trampas que cada uno puede colocar también van conforme al jugador y además hay obstáculos en algunas veces. El truco para ganar este juego es bien fácil: varias locaciones de Whateverland tienen madejas de estambre rojo escondidas por ahí, y cada una de ellas nos da un pase para ganar las partidas del minijuego en automático, sin necesidad de hacer nada. Así que ya lo saben, búsquenle bien para evitar estas partidas medio complicadas, frustrantes pero gratificantes al ganarlas por la vía legal.

El diseño del juego es totalmente en 2D y como es Point&Click no aplica las plataformas, cada escenario cuenta con algunos cuartos que servirán para hallar más pistas u objetos que nos ayuden en la empresa, algunos otros no servirán más que para conseguir requisitos para ciertos trofeos. Este 2D está hecho con dibujos entre bien hechos y otros que no serán del gusto de muchos, pero el arte está muy inspirado en ciertas partes a juegos como Grim Fandango y Don’t Starve, incluso un poco en Goosebumps The Game. En realidad no hay nada en Whateverland que impresione visualmente, pero son quizá los diálogos y los puzzles que van de la mano lo que realmente vende al título. Estos puzzles consisten en descifrar lo que el NPC quiere decir entendiendo el contexto de su problemática, así que contestar por hacerlo nomás tal vez no sea la mejor opción, pues una cosa podría llevarnos a tener un final diferente al que estamos buscando o hacernos perder tiempo que no hace mal, pero tampoco aporta mucho para los trofeos.

El factor que más me agradó de Whateverland es el hecho de su rejugabilidad muy amplia, no solo por los finales sino porque como en mi caso me encanta ir por los trofeos, algunos requieren de guardar partidas en ciertos puntos, o volver a echarse toda la historia, llegar a algunas locaciones a hacer algo en específico como acariciar a todos los animales, convencer a alguien de que haga algo sin pedir nada a cambio, responderle a cierto personaje que canta bien o servir de traductor en una cita con tres opciones diferentes de desenlace. Es decir, el Platino es una odisea que alarga un juego que fácilmente se acaba en cuatro horas, a alargarse hasta quizá diez o doce. Excelente servicio.

VEREDICTO

Si me hubiera dejado llevar por las primeras dos horas de juego, definitivamente la calificación sería terrible más o menos. Pero seguí jugando dándole una oportunidad y resulta que entre los diálogos, el sarcasmo, los personajes que hablan -porque algunos son animales-, las referencias a ciertas obras literarias, el mini juego, los trofeos y la rejugabilidad, Whateverland se convierte en una fabulosa opción de Point&Click al mero estilo Grim Fandango -ya sé que lo mencioné tres veces pero se nota la inspiración-, por lo que no es de extrañarse que pudiera hacerse un clásico al menos en Steam, porque quizá en plataformas como PlayStation no vaya a tener una recepción tan grande, aunque debería.

Whateverland está disponible en Switch, PlayStation 4, PlayStation 5, Xbox One y Xbox Series X|S.

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