Han pasado décadas de desde que el género de horror salió a la pantalla grande, sé que ya hay una infinidad de subgéneros y cientos de películas sobre estos, por lo que las nuevas cintas deben tener ese “je ne sais quoi” que las haga diferentes, o al menos atractivas ante la audiencia. Pero lamentablemente, Malicious: En el vientre del diablo, nos queda a deber mucho de esto.
En nuestra historia tenemos a Adam (Josh Stewart) y Lisa (Bojana Novakovic) quienes se mudan a un pequeño pueblo porque a Adam le ofrecieron un puesto como profesor de matemáticas en una universidad de la localidad. Por su parte, Lisa, cerca del final de su embarazo, se dedica a decorar su nueva casa, hacer un poco de ejercicio y dedicarse a su esposo.
A su llegada al pueblo, los Pierce reciben un pequeño regalo de bienvenida por parte de la hermana de Lisa, Becky (Melissa Bolona). Una “cajita de fertilidad”, la cual en teoría no se puede abrir. Durante sus actividades diarias, Lisa encuentra un poco de ocio, en el cual se toma el tiempo de apreciar la belleza del regalo que les dio su hermana, llevándose la sorpresa de que pudo abrir la caja. Al poco tiempo, Lisa comienza a tener alucinaciones con un bebé y una niña, llevándola al fatídico momento en que tuvo un aborto involuntario quitándole la capacidad de procrear más hijos. Lisa continúa teniendo visiones, por un lado, Adam quiere pensar que todo es parte del estrés postraumático que hay después de su accidente y, por otro lado, su hermana Becky le sugiere que este puede ser un hecho sobrenatural.
Desde un punto crítica, Malicious: En el vientre del diablo es un cliché a todo lo que las películas de posesiones demoníacas podrían ser. Tenemos la familia en cuestión, tenemos el demonio, tenemos al espiritista que nos ayudará a entender que quiere el demonio, tenemos a la persona que sabe cómo “vencer” al demonio y tenemos a la hermana de Lisa, quien aparentemente solo sirve para molestar a Adam. El escritor y director Michael Winnick reúne muchos de los elementos ya conocidos en películas como Amityville, Poltergeist y algo de El Exorcista, entre varias otras, pero “Malicious: En el vientre del diablo” hace que de todas estas no se haga una película. Si bien el tema de la fertilidad no se ha tocado mucho, ya también es un tópico que conocemos bien.
Un problema, en lo personal grave para el espectador, es que los actores y actriz no se ven muy convencidos de su papel dentro de la cinta, con la excepción de Melissa Bolona, quien siempre tiene una cara de susto; el reparto, que, aunque funciona, no parece inspirado para participar en “Malicious: En el vientre del diablo”. En el caso de Adam, siempre lo ponen en segundo plano, cuando debería ser el principal soporte de Lisa tras su aborto. Por otro lado, Lisa es quien asustan en todo momento durante la película, pero es un susto y ya, no un frenesí de histeria como lo que debería de ser en presencia de una posesión demoníaca. Y por último Delroy Lindo con su papel del Dr. Clark, solo funciona para que explique qué es el demonio y por qué está ahí, fuera de eso, solo lo vemos sentado en el salón de clases o en la sala de los Pierce.
Lamentablemente para Michael Winnick tratar de reunir todos los clichés del terror demoníaco en una sola cinta, no fue tan fructífero como se hubiera esperado. Pero, así como las actuaciones de sus participantes, la película no funciona del todo bien al ritmo que la quisieron llevar. Sumando a todo esto que nunca se buscó explorar ese “extra” en la trama, podemos decir mejor esperen a que “Malicious: En el vientre del diablo” se encuentre en alguna plataforma de streaming. Y sí, hay un pequeño punto rescatable de todo esto; la última escena, cuando hablan con Adam Pierce, te hace decir o pensar: “Mira que cabr*n resultó”.
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