La posesión de Verónica | Crítica

Una película española dirigida por Paco Plaza, basada en el expediente Vallecas, un suceso real que estremeció a España en los 90’s cuando una chica completamente normal después de haber utilizado la tabla que conocemos como ‘ouija’ para contactar a un ser querido del más allá, comienza a presentar signos de epilepsias, ojos blancos, hablar con voces extrañas, testificando que observaba a personas larguiruchas, famélicas, agarradas de la mano diciéndole que la estaban esperando, entre otras cosas..

La posesión de Verónica, escrita y dirigida por Paco Plaza, quien también dirigió REC, ahora se inspira en dicho suceso del ocultismo para apantallar con su propuesta. Una cinta que relata la posesión como una crisis que Verónica ejerce en despersonalización pero viéndose ella misma como un ente negro, oscuro y terrible.

Verónica es una chica de secundaria que asumió responsabilidades tras la muerte de su padre y ahora que su madre se hizo cargo de un negocio familiar, ella por ser la mayor de dos hermanas y un hermanito, tiene que madurar antes, y hacerse valer por sí misma; además de dedicarse al colegio, debe preparar el desayuno, la comida para el receso, ayudar con las tareas domésticas, las tareas escolares, regresar a casa, lavar ropa, los trastes sucios, los baños, hacer las compras, preparar la cena, llevar a todos a dormir y al siguiente día, todo se vuelve a repetir.

En la película no pude notar la necesidad, más bien, el sentido de identidad que tanto perseguía Verónica, por desesperación a una soledad emocional; porque todo sucede muy rápido, entonces una cosa lleva a la otra hasta que de pronto el ritmo se vuelve muy espontáneo. Entonces, junto con una amiga y una amiga de su amiga, deciden contactar a su papá, quizá sólo para alentarse a seguir o descubrir si es mejor irse a dónde está él… Estando en casa con un vaso pequeño de cristal que se quiebra después de haber contestado que sí, que sí había alguien ahí, y a partir de ahí empiezan las alucinaciones. Sí, alucinaciones.

En el transcurso de las escenas, podrás deducir qué le sucede a Verónica, porque aún cuando la ficción nos retrata lo (según descripciones visuales) que ven estas personas, que los acongoja, que les hace comportarse de esa manera; si buscamos una respuesta más acorde al tiempo que vivimos, pudiéramos diagnosticar algún tipo de cuadro de crisis nerviosa a un nivel que aún no ha sido investigada de una manera que pueda explicar que sólo se manifiesta en cierto tipo de personas.

Definitivamente una de mis escenas favoritas es cuando Verónica habla con una monja de su colegio – ah, porque va a un colegio de monjas – quien perdió la vista a propósito porque creyó que así “ya no vería nada”, Verónica le pregunta que si Dios podría ayudarla, y ésta le responde: “No niña, Dios no tiene nada que ver, no le metas en esto”. Lo que me hace sustentar aún más mi teoría. Es de humanos creer estar poseídos cuando somos débiles para dominar nuestra propia mente.

En conclusión apruebo la película por muchas razones, pero la primordial es el talento jóven español, vaya que los hermanitos interpretan unas líneas que rematan cómicos en una película de terror. Y la primera actriz no se anduvo con rodeos aunque nunca perdió el estilo natural, nude, mate propio del personaje de Verónica. Además que escucharás algunas canciones de Bunbury y Héroes del Silencio para acompañar la estruendosa pesadilla de cualquiera que piense algo les acecha.

Crítica realizada por Favián Cávdez

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